No sé porqué escribo esta entrada hoy, 23 días después de tu muerte, el 6 de abril de 2.013, exactamente dos semanas después de tu cumpleaños. Será porque ahora es cuando me estoy dando cuenta de que es verdad, que te has ido, será porque no he querido asumir que ya no estás cuando hacia poco más de diez días llorabas de alegría al ver a todos tus hijos, nietos, nueras... a todos juntos otra vez haciéndote una fiesta sorpresa de tu 79 cumpleaños; o tal vez sea porque ya te estoy echando de menos o porque todo me recuerda a ti. ¿Sabes qué, abuela? Porque no llore no soy el más fuerte, porque no llore no me duele menos que a todos los que han estado abrazándome y llorándote, porque no haya llorado no significa que no te quiera como el que más y que no me muera por dentro al pensar que no voy a poder volver a verte, a estar contigo, a reírnos juntos... No soy de llorar, me conoces y eso tu lo sabes perfectamente, ese es mi escudo, lo poquito que me queda, ahora me he acordado de ti al ver ya seca la rosa que nos regalaron a cada uno de los ocho que estábamos allí, en el tanatorio esperando que nos dijeran que la pesadilla había terminado, después de dos días y una larga noche (esos dos días que no olvidaré en la vida) recibiendo gente asombrada por tu muerte, y más asombrados nosotros al ver la cantidad de personas que pasaron por allí ¡como te querían! ¡que grande fuiste siempre! Nunca fuiste moderada... Una persona luchadora, sufridora y moderna para los tiempos que te tocaron vivir, y alegre como la que más, recuerdo como, dos horas antes de que cerraras los ojos ya para siempre, le decías a mi tía: "que no me tapes más, hay que ver esta niña con los fríos que no me deja vivir" .
También recuerdo nuestros largos paseos de horas y horas por el campo, los manojos de espárragos, las interminables partidas de cartas en las que se reunía toda la familia, a pesar de que todos detestamos las cartas, para hacerte feliz; y de tus cafés con leche condensada que me dabas de pequeño a escondidas de mi madre, de como casi te haces republicana un mes antes de morir, de la playa, de la otra banda, de los lirios salvajes, de tus cuentos, tus comidas, de aquel día que te confundiste e hiciste las lentejas con soja en vez de con lentejas, de tu pequeña casa en El Rompido, sobre todo me acuerdo de tus historias, ¡ah! y de todos esos gatos, de tus tres perros con los que nos íbamos a bañar al Lago Dorado: Mora, Pikulín, y tu favorito, que no recuerdo su nombre, Cao tal vez. Y me acuerdo de como subías la cuesta de Urverosa en bici con 65 años, de ese olor a jazmín recién cortado que tenías por toda la casa y que he hecho mío, y de tu sonrisa. Como me querías; como me has cuidado siempre... Que feliz fuiste cuando tu hija Rosana te dijo que estaba embarazada a los 43 años, y cuánta vida te ha dado la pequeña África estos últimos años. Pregunta mucho por tí ¿sabes? Dice que si estás en el cielo no sabe como mandarte el dibujo que te ha hecho, y yo le digo que no se preocupe, que ya te ha llegado, y que cuándo vuelves, a eso no se que responder... Me estoy volviendo gilipollas abuela, pero es que ha sido un año muy malo y no me parece justo que me dejes solo precisamente ahora, todo me ha venido junto, joder. También me estoy volviendo un moñas al escribir esta mierda, no parezco yo, será la primera y la última vez que haga algo así, pero tu te lo mereces. Yo me voy a acordar de ti siempre, pero te voy a recordar feliz, riéndote, porque así le gustaba verte, porque así he aprendido de ti tanto. Quiero olvidar esos últimos días de hospital en los que te pusiste fatal, quiero borrar la imagen de tu carita tapada con esa máquina que respiraba por ti y te agobiaba, y la imagen del ataúd, sobre todo esa. Has sufrido mucho en esta vida, pero has sido valiente, la persona más valiente que he conocido nunca, tanto como para divorciarte con 72 años porque para sufrir siempre hay tiempo, para sacarte el carnet de conducir con 60 años y tanto como para cruzarte el río nadando de punta a punta, también para aceptar que los tiempos cambian, que las cosas no son igual que antes y adaptarte. Para terminar te quiero decir, abuela, que no soy capaz de pasar por la puerta de tu casa, no quiero entrar más ahí, demasiados recuerdos, demasiadas mierdas, muchos sueños rotos, demasiados juegos, demasiadas son las cosas que ha visto esa casa, que hemos vivido en ella todos. Soy un mierda, y un cobarde, lo peor de todo es que te he tenido que perder para darme cuenta de que lo he sido siempre. Si te he escrito esto es porque necesitaba decirte que te quiero, que nunca se lo digo a nadie, ni creo que lo haga nunca, no soy de esos, sigo tan capullo como siempre; que jamás caerás en el olvido, que no ha pasado un puto día en el que no me haya acordado de ti y como yo todos los tuyos; eras mi abuela favorita, siempre lo has sido. También quería pedirte que me cuides, no soy capaz solo, que nos cuides. Me quedan por decirte tantas cosas que me guardo para mí... Un beso abuela, allá donde estés.

No hay comentarios:
Publicar un comentario