Tras las reflexiones después del "me voy a querer a mi mismo un rato" de aquella tarde de aquel entonces, decidí tomarme la libertad de ver la vida desde otro punto de vista. Permitirme el pequeño capricho de pensar un poco más en mi mismo y un poco menos en todo aquello que me rodeaba en aquel atardecer gris oscuro, de azabache. Cambiar de filosofía, darle un tono vivo a un lienzo apagao y un aire un tanto... ¿Vitalista?
Moralmente, hoy las estrellas me
dicen que tuve razón en todo lo que hice. A pesar de la luna, risueña, que como siempre se burla. ¡Maravilloso y prepotente astro! Y a pesar de que, hoy por hoy, todavía alivie mis penas soñando contigo. Ha llegado un punto ético-racional en el que la vida me ha enseñado a pasar de todo, y de ti. De ti, pensamiento impuro.
La lucura, ese punto transitorio y efímero, únicamente temporal y, puramente social al que, alguien dispuesto, consigue llevarte. Contra tu voluntad y contra tu valentía, al parecer, inexistente entonces. Valentía que hoy, reaparece, gritando más que nunca a la voz de "aquí estoy yo, y vuelvo, para no dejarte solo nunca más".
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