"El taciturno vaivén de una brisa en una noche de julio..."
¿Cómo escribir todo aquello sin dejar ver a los demás demasiado?
Mientras pensaba daba otro trago de su copa y fumaba sin parar. Como si las ideas llegaran con el humo.
Tachó lo que llevaba escrito y volvió a comenzar por, exactamente, el mismo punto donde lo dejó aquella vez.
"El taciturno vaivén de una brisa en una noche de julio. Un fresco paseo de vuelta a casa, teniendo a las estrellas como guías, tras una noche filosofando con amigos. Ese tránsito en la noche, tan en solitario que no te sigue ni tu sombra.
Confluye el culmen del pensar. Ese paseo en el que, tú, atenuado por tantas litronas y por el humo de aquellos canutos, empiezas a sacar tu conclusión personal sobre todo lo que allí se habló. Sobre lo que cada uno dijo y sobre cómo lo dijo. Conclusiones sobre todo: tu pasado, tu presente, tu futuro, por qué hay un gato sentado en ese coche y otras muchas cosas igualmente profundas para ti en ese momento.
Se trata de una conclusión propia, aplicada, bastante subjetiva y, probablemente, un tanto esquizofrénica.
Esa conclusión que sabes que no te lleva a ningún sitio pero que, a pesar de ello, tú quieres hacer. Porque somos animales de costumbres. En ese mismo momento en el que dices 'que borrachera más tonta', te lo planteas todo en la vida. Ha habido algo esta noche que ha hecho que se me abra un poco más la mente, no se si son tus besos, la cerveza, o este porro que me sube. Pero ahora mismo veo cosas que nunca antes han podido ver estos ojos verdes."
Apagó entonces el último cigarro de la noche, se bebió de un sorbo todo lo que quedaba en el vaso, y antes de cerrar el diario, concluyó: "me dejaré llevar..." con esos puntos suspensivos que tantos relatos le permitieron terminar.
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