Y al amanecer estaba todo lleno de un denso humo negro, de perversión y embarazos no deseados. De ese círculo vicioso de nada persiguiendo a más nada.
El sudor caía condensado por las paredes tras haberse evaporado de nuestros cuerpos desnudos llenos de ganas de odiarnos, de medias partes y de esas ansias de hacer algo ilegal que refute esta vida vacía.
El aire era pesado, no se podía respirar; recuerdo ahogarme. Mi mente sólo podía ver fluidos de muchas personas, que eran sólo dos, él y ella, pero que en ese momento estaban invadidos por todas aquellas y todos esos que nunca se tiraron. Y con las ganas de toda aquella gente, pasó, como nunca antes.
En definitiva, esa habitación cansada ya de ver todo lo que siempre ha visto, ese día se rebeló. Al ver como conseguían por fin lo que siempre habían querido; ella por sus motivos y él por sus ganas de perderse. Aquel cuarto todo lo sabía, y como castigo, se quedó para sí las risas, y filtró los gemidos de placer para que todo el vecindario se pudiese enterar de lo que allí acontecía; para así que todos fuesen inundados por un sentimiento de envidia y asco. Entonces, nos devolvió las risas.
De los que estábamos allí, repito, ella y yo. Las emociones sólo las conocía la habitación de siempre, por lo que nosotros decidimos limitarnos al sexo, la sangre y la carne. Pero no le sentó del todo bien pues a ella le hicimos caso omiso ambos, y le encanta ser protagonista. Así que nos maldijo para que todo eso pudiera volver a pasar de nuevo cada vez que allí nos halláramos, pero como ni ella ni yo supimos si aquello hubo sido malo o bueno, lo repetimos de nuevo. Y al amanecer estaba todo lleno de un denso humo negro...
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