Lo más difícil es el frío de la primera noche, después las horas van curando, como puntos de sutura unen una herida abierta.
Lo más difícil es el frío de la primera noche en una cama grande y sola. Los ruidos de las sombras, el crujir de las persianas, las tuberías de plomo, los gatos del vecino.
Lo más difícil es el frío de la primera noche buscando el abrazo, la espalda, el beso, el olor a crema hidratante, el ronquido, el espasmo, los consuelos de las pesadillas.
Lo más difícil es el frío de la primera noche, escucharte a ti mismo, pensarte, sacarte de los sueños.
Lo más difícil es el frío de la primera noche, el despertar de la primera mañana, el primer café; el primer cigarrillo, el segundo, el tercero... Lo más difícil es la primera comida, la soledad del sofá, la paja vacía, buscar nada por la calle llena de gente, y coger el coche, y volver a casa, y que no lo sepas, y no encontrar, no encontrar, no encontrar. La cena sin vino blanco, la cruzcampo poco fría, la comida pasada y sosa. Lo más difícil es la primera ducha, que también es grande; el espejo, que también es grande; la toalla que también es grande.
Es todo mentira, lo más difícil no es el frío de la primera noche. Pero pasa, todo pasa, de noches, lo más difícil son solo las primeras quinientas.
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