El Rompido es ese lugar perdido del que hablan las
películas, ese lugar donde todo es perfecto, simple, sencillo, a tu medida. Ese
trocito de cielo. Todo es especial, tomarte una cerveza, con amigos, sin más:
De pronto miras al cielo y lo ves malva, rojizo, que te devora; el sol,
cansado, es empujado por la luna al ocaso y ella, juguetona, se refleja más
bella si cabe en nuestra ría, la que nos da tranquilidad y paz. La Ría del
Piedras y su calma, que solo se rompe junto a la ola del velero que la acaricia.
Paraíso de paso, cuya belleza es apreciada por muy pocos. La
belleza de su esencia. No, señores, belleza no es estar en una playa rodeado de
buena gente ni dormir en un hotel de cinco estrellas, tampoco tomarte una café
en el bar de las mejores vistas de la historia o hacer fotos de una puesta de
sol entre aplausos y barullo. Os aseguro que el plato más exquisito del mundo
no son gambas de Huelva en su punto, en una hamaca junto al mar; ni coquinas,
ni jamón. El mejor trago no es el de ese vino, con esta brisa marina, cargada
de sal. Os prometo que las mejores vistas no son las de ese mirador, ese en el
que estáis (y mira que son bonitas). Hablo en serio cuando digo que paraíso no
es bañarse en aguas cristalinas, caminar por un pueblo pescador con tus mejores
galas, cenar en el mejor restaurante, o tomar cócteles de revista hasta perder
el conocimiento.
Belleza es subir esa duna y ver una playa desierta, correr,
despeinar las dunas con tus propios pies porque el océano te llama, mirar a tu alrededor
y ver kilómetros de soledad acompañada. Dormir en esa arena. Belleza es tomarte
un café con hielo, y encenderte un cigarro para que el humo le diga adiós al verano por ti.
Las puestas de sol no se fotografían, se inmortalizan en tu recuerdo. Ojalá supierais
lo que es un bollo de pan caliente, recién hecho, a las cinco de la mañana, a
escondidas, eso sí es un manjar. El mejor trago que he dado nunca ha sido a una
cerveza, esa que me pasa mi amiga, esa enfriada por nosotros mismos, expectantes
durante horas, y beberla con esas vistas, no lo podéis entender, hay que vivirlo. Os prometo
que el mejor paisaje se ve en nuestro mirador, ese que está entre los matojos,
sí, el que está lleno de arañas y hormigas; ese lugar al que ni siquiera
podrías plantearos ir porque no está a la altura; pues os diré algo, tenéis
razón, nadie está a la altura de esas vistas, tampoco lo apreciaríais, nadie
que no seamos nosotros se merece ver a nuestra barra llorarle cada atardecer al
sol, y a esas gaviotas. Hablo en serio cuando digo que paraíso es saltar al agua,
de noche, desde el muelle, de la mano; andar descalzo con fango hasta las
rodillas, cenar en la calle, con amigos, riendo; ver a esos marineros salir,
llegar. Nadar desnudos. Beber cerveza hasta perder la conciencia, el sentido, el
tiempo, la responsabilidad, y hasta los huevos -el valor-. Paraíso es mi
Rompido. Ese que se esconde en cada uno de nosotros, ese que hace a cada verano
único, incomparable.
Lo más importante es que nos has visto crecer, juntos; y
caernos. Has visto risas, llantos, amor, besos a escondidas, valentía y miedo.
Has visto locuras, juegos bajo las estrellas, noches en vela en la playa,
amistad y enfados. Nos has dado agua, magia, chispa, diversión… Y nos has
enseñado a crecer y a madurar, poco a poco, dudando. Eres ese que siempre nos
escucha cuando estamos mal, el eterno amigo, el consejero silencioso. Ese que te
da lugares donde perderte, donde soñar. Las obligaciones desaparecen cuando
cierro la puerta de casa, y dentro quedan los problemas. Ese es mi Rompido.
Me gustas. Tú. Y es que vivo enamorado, como en mi vida,
como un gilipollas. De tu arena caliente, de tu mar, de tu gente. De lo
especial que lo haces todo, de tus faros. De que nada signifique todo. De que
nos hagas felices sin motivos aparentes, de que estemos sonrientes por el hecho
de estar en ti. Lo haces todo más fácil, las preocupaciones parece que no tienen
importancia. Ya las tendrán.
Quiero darte las gracias por este verano, por esos amigos,
especialmente por los trece, los míos. Han sido unos meses llenos de sorpresas,
de gente nueva, de lunes al sol, de chistes malos. A vosotros quiero daros las
gracias por ser así, por las canciones, por las cosas nuevas, por las locuras y por lo que me
enseñáis cada día; por las tardes en las que no pasa nada, en las que no hacemos nada, perder
el tiempo; por las eternas noches que muestran amaneceres. También por los
malos ratos, por las situaciones incómodas y los momentos embarazosos, por esas
eternas comidas de cabeza que de pronto me surgen, sin motivo. Por los baños,
las acampadas, las cenas. Y sobre todo, por escucharme, aguantarme e intentar
comprenderme.
Ha sido un gran verano. En el lugar, con la mentalidad y con
la compañía perfecta. En El Rompido; el momento y el lugar es el mismo para el
resto y para nosotros. Pensad qué les falla.
Ahora nos toca cambiar de aires, de gentes; cambiar un poco
de vida. Pero sabemos que sigues aquí, y que, volvamos cuando volvamos vas a
estar esperándonos con los brazos abiertos, para darnos más anécdotas, más
recuerdos, más historias. Para darnos vivencias y buenos ratos.
Nos vemos pronto.
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