miércoles, 27 de agosto de 2014

Personas como yo.

Hoy he sentido asco, asco de como somos, de donde estoy. Leyendo noticias en las redes sociales, historias. Entre risas, vacaciones y fotos varias, me ha llamado la atención un relato triste, la historia de una injusticia. Se trataba de una madre coraje que, cansada y desesperada, narraba como a su hijo de 15 años, sudafricano creo recordar, le pegaban una paliza racista, en la calle, mientras paseaba a su perro, a plena luz del día un grupo de hombres y mujeres, adultos, a un niño adolescente e inofensivo. Investigando sobre el tema, me ha sorprendido el hecho de la cantidad de denuncias racistas, homofóbicas, machistas que se dan AL DÍA, repito, AL DÍA (hay artículos que hablan hasta 850 denuncias diarias). También me ha llamado la atención casos publicados de palizas a sangre fría, de asesinatos, sin motivos más que distinto color de piel, orientación sexual, religión, ideología política o aspecto físico. No estamos hablando de desprecio, ni de marginación, estamos hablando de violencia, de muerte, de vidas arruinadas por el egoísmo propio de unos pocos.

Me he puesto a escribir esto porque me ha surgido una pregunta: ¿en qué mundo vivimos? Lo mejor de todo es que nos consideramos una sociedad moderna, abierta, liberal, y encima, presumimos de ello. Nos dedicamos a cerrar los ojos, a no creer lo que nos cuentan, a ver para creer y a no asumir que hay vidas hundidas y gente que prefiere morir a pasar por eso. Discriminaciones las he visto yo, en mi país, en mi ciudad y en mi pueblo, bueno, yo y todos. No me puede entrar en la cabeza qué es lo que lleva a alguien a agredir a otra persona por el simple hecho de que piense diferente, o que viva diferente. ¿Sabéis qué? Así empezó una guerra. Además aquí, una guerra no vivida pero sufrida por todos, una guerra que mató a seres queridos y que solo consiguió dolor y odio. De hecho, así empiezan todas las guerras, al acabarse el respeto, y en eso se basa la democracia, en entender el respeto al otro como algo que está por encima de todas las cosas.
Pero es que una discriminación no son palizas, son miradas, gritos, habladurías o simplemente silencio y vacío; soledad, odio.

Yo no os entiendo, yo cuando me imagino mirando al mundo que quiero, justo, solidario e igualitario, me veo en una calle rodeado de gente, por todos lados, perdido, diminuto, entre la muchedumbre observo silencioso personas: los hay altos, bajos, negros, blancos, asiáticos; veo gordos y delgados, mujeres y hombres; también veo discapacitados, capacitados, luchadores, trabajadores y vagos, veo a gente descalza sentirse como en casa, y veo a gente con traje que llega tarde a algún sitio que ni siquiera ellos saben. Veo a gente con banderas tricolores, rojigualdas, rojas de haz y martillo, banderas con águilas, y los veo a todos reírse, entre ellos, como si no importarse nada. Veo a gente leyendo, otros con el móvil hablan con alguien en otro lugar del mundo, y otros miran al cielo para ver lo que el mundo se pierde. Veo a un joven y a una joven sonrientes mirando banquetes de boda, a tres personas a través ventana disfrutando de su cuerpo, juntos; y al fondo de la calle, veo a dos mujeres, en un banco, darse un beso de amor.
Miro el panorama, los veo a todos tan distintos, y por ese motivo tan iguales, son únicos, infinitos. Cada uno con su vida, con su historia, con su camino y con su futuro. Conviviendo, respetando. Ese es el mundo que yo quiero ver. Sin mirada juiciosas, sin valores ajenos, sin etiquetas o cada uno con la que él mimo se identifique. Una humanidad libre, formada por personas libres.

Puta utopía. Sin embargo, lo que tenemos ahora es más de lo tuvieron nuestros abuelos. O tal vez no. Siempre puedes ser como el resto, así no tendrás problemas, ser como el rebaño y, si no, tienes dos opciones: esconderte o luchar. Que triste... Esconderte por algo que a nadie debería importar y luchar por algo que está en tí. Aceptar, comprender, respetar. Eso falta.
Recuerdo algo que nos enseñaron este año en la facultad, recuerdo las palabras exactas "la familia no la marca un apellido, no la marca la sangre, ni los genes. La familia son los que se sienten y son sentidos familia", con esto quiero decir que cada uno marca la vida que quiere seguir, marca como quiere ser físicamente, con quien quiere estar para compartirlo todo, marca su propio sino, su propio pensamiento ¿Y a quién le importa? A mi no. Todos somos personas libres para hacer lo que creamos que nos va a ayudar a ser felices, todos somos personas con sentimientos, todos somos personas que actuamos y pensamos diferente, todos somos personas que amamos, deseamos, enfermamos y morimos, personas que vivimos, todos somos personas ¿quién crea la diferencia?
Siéntete orgulloso de tí mismo por como eres, y de quien está a tu lado, da igual como sea o quien sea, o como piense.

Una vez hablé con un amigo de tantos, que decía no entender como alguien podía ser amigo, alguien muy importante en su vida o pareja de "un moro, una guarra o un vicioso" (entendiendo yo que se refería a: un inmigrante que está aquí ganándose la vida currando como el que más y viviendo a duras penas -en parte por gente como él-, a una mujer madura y adulta que hace con su cuerpo lo que le viene en gana porque suyo es, y a una persona bisexual que se acuesta con quien le parece sin darle cuentas a nadie -faltaría más que hubiera que pedir permiso-), a lo que yo pensé: "joder, yo tengo un amigo gilipollas y aquí estoy hablando con él".

Stop discrimination. Let your mind fly. Let it be.

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