Nos negamos a aceptar que los momentos son únicos, irrepetibles, y que eso es lo que le da esa chispa a la vida; esa emoción.
Cuando recordamos, con añoranza, algún hecho en el pasado solemos intentar repetirlo, con esperanza. Creer que una situación concreta, en el mismo lugar, con la misma gente y a la misma hora que años atrás va a ser idéntica, va a ser la situación perfecta otra vez, como antaño, es un error.
La gente cambia y parece que no lo hace, de hecho ellos -o nosotros- creen no hacerlo, los sitios cambian, aunque sea inapreciable... La magia, la energía que hace que cada pequeña porción de tiempo de un momento determinado sea especial, digna de recordar, nunca será idéntica. Dos situaciones pueden ser similares, puedes reír como aquella vez, llorar, puede ser incluso mejor que esa que recordabas; o un desastre. Pero nunca igual.
Eso de que los amigos de verdad son los que están siempre es mentira, los amigos van y vienen, como todo: la familia, el amor, las cosas materiales, la amistad no se libra, hasta el uno mismo es temporal y cambiante, oscila, duda. Como decía el gran Pablo Neruda: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos."
Es absurdo negar que las cosas cambian, que la gente cambia, que el mundo es un caos. De ilusiones viven los ilusos. Dentro del cambio, a veces estarás en un paraíso en el que no te haga falta nada, otras veces, echarás tanto de menos lo que tenías antes que querrás volver, y cuando vuelvas, lo detestarás con toda tu alma. Tanto cambio, tanto sinsentido, tantas decepciones... La vida es así, sonrisas y lágrimas, reír para llorar después, llorar para poder reír, llorar riendo, y lo más puro, reír llorando. Tú intenta reír siempre, es lo más serio. Lo demás no merece la pena, que cuando venga el llanto nos coja desprevenidos y le den por culo.
"Ya no queda casi nadie de los de antes, y los que hay, han cambiado..."
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