Habla de mucha gente. Y de ti.
Son muchos ojos claros. Y los tuyos.
Y muchas sonrisas tontas. De las que se te clavan en el alma. Sólo la tuya.
Todos los besos que no has dado. Y los que te he dado a ti. También son "los labios del pecado". Los besos a escondidas, y todos esos que has soñado.
Pronuncia un sútil "nosotros" que a veces es la mentira más dulce que haya podido contarme nunca y, a veces, mi única verdad.
La escucho. Una vez tras otra. Y una vez más. Siempre es la penúltima. Como las copas de más en un bar de alterne, una noche de olvidar.
Me dice 'gilipollas', a mí, un pobre descerebrado, un loco que ha perdido el jucio, la razón y los huevos; un chucho borracho sin pulgas ni raza. A mí, que soy el que no se enamora. Ese que no siente.
Son muchos ojos claros. Y los tuyos.
Y muchas sonrisas tontas. De las que se te clavan en el alma. Sólo la tuya.
Todos los besos que no has dado. Y los que te he dado a ti. También son "los labios del pecado". Los besos a escondidas, y todos esos que has soñado.
Pronuncia un sútil "nosotros" que a veces es la mentira más dulce que haya podido contarme nunca y, a veces, mi única verdad.
La escucho. Una vez tras otra. Y una vez más. Siempre es la penúltima. Como las copas de más en un bar de alterne, una noche de olvidar.
Me dice 'gilipollas', a mí, un pobre descerebrado, un loco que ha perdido el jucio, la razón y los huevos; un chucho borracho sin pulgas ni raza. A mí, que soy el que no se enamora. Ese que no siente.
¡A mi, joder! Lo único que me queda claro es que el gilipollas soy yo y tú sigues siendo jodidamente perfecta. Asquerosamente. Sin hablar de nadie, hablando de todos y, solamente de ti.
Recuerdos que te llevan a un suicidio emocional de puta madre. Son recuerdos. Imagenes taciturnas que torturan tu memoria cruelmente, sin piedad. Recuerdos que te vuelven más loco que nunca. Que te hacen dudar de todo. Y de nuevo, de ti.
(...)
Por fin hoy. De reprente se encendió un cigarro con el mechero que acababa de encontrar, entre las telarañas de la luna de siempre. Se rellenó el vaso de la cerveza más barata que existe, más fría que nunca. Tan vulgar como siempre. Se armó de valor, y decidió retomar esta prosa, este texto; tras meses.
Puso su canción de fondo. Una canción que habla de morir, que siente amar. Que ha marcado tantos rotos, tanta angustia, pasión, plegaria. Imposibles, fobias; también filias. Que te cura los miedos, te produce inseguridades y arrebatos de valentía.
No querer volver a empezar. Ni contigo, ni sin ti.
Una canción que no tiene ni significado ni argumento más que el que tú le des. El tuyo propio. Cada uno el suyo, el nuestro.
No habla de dos. No habla únicamente de ti y de mi, aunque tú puedas pensarlo egoístamente. Como siempre.
Un día te das cuentas que son muchos nombres. Aunque realmente tan solo sea uno. El que te susurra el viento. El que siempre te ha cantado una voz cansada, quemada y borracha. La voz de aquel que canta poesía, de ese hombre que le pone ritmo y sonido a versos magistrales. De aquel que vuelve a conseguir, una vez más, dibujar tu busto en mi cabeza, pulirlo; y luego difuminarlo. Hasta que desaparece, hasta que llega otra.
Hasta que llegas tú y, sólo ahí, únicamente entonces podré encontrarme yo.
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