Media vida esperando.
Espera. Espera. Tic-Tac. Tic-Tac. Tic-Tac. Uno tras otro. Una vez y otra. Luego, otra más. La vida se consume como se funden las manecillas del reloj de esa larga espera, que no esperanza. El miedo a que, cuando llegue el final piense "¿y todo lo que iba a hacer dónde quedó? ¿Cuándo ha pasado la vida?"
Momentos vacíos, ya es medianoche y ¿qué he hecho hoy? ¿qué ha sido de agosto? Voló, cual golondrina migrando. Aunque yo he volado sin destino. Sin recuerdos del camino.
Ya no puedo ni ver aquellos 19.
Y al mirar atrás sólo queda humo, humo de tanto esperar.
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