domingo, 24 de enero de 2016

Aunque cambiase algo siempre será a mejor si sabes con quién

Hacía ya un tiempo que no pasaba por este lugar...

Estos últimos meses de mi vida he tenido la oportunidad de conocer a una persona que me ha enseñado a mí quién soy yo. Apareció como si nada, como jamás podría esperarlo. A veces la vida te pone regalos que no ves, y el mío ha sido una profesora. Parece mentira, no es por nada, es simplemente porque me ha hecho conocerme a mí mismo. Lo que otro gran profesor (¡querida filosofía!) ya consiguió antaño. La diferencia es que éste del que hablo me enseñó cómo era intelectualmente y hasta donde podía llegar; sin embargo ella me ha resuelto esa eterna duda que siempre he tenido ¿y emocionalmente? Y me ha hablado de sentimientos, de psicología y de sociedad...

Han pasado cosas que me han ayudado a vivir y a entender. A quererme y a hacer respetar mi polla -hablando pronto y claro-. Aunque si hablamos de mi yo interno (de esa guerra, me refiero, del angelito y el demonio que todos tenemos en nuestros sesos batallando mientras se dicen barbaridades mútuamente y te las dicen a ti), psicológicamente estoy peor que nunca, me atrevería a decir. Y es que ahora me conozco mejor que en mi vida. Eso es cierto. Hoy se qué es lo que podemos y qué es lo que yo puedo hacer, y lo puedo todo. Como tú. Pero eso supone que ya sé a ciencia cierta lo que haría y lo que no, lo que creo y lo que no; y también, lo que veo normal, lo que muchos no. He de decir que eso no me acaba gustando del todo. Saber tanto. Porque ya las excusas no me sirven como antes.

Y sí, ¿por qué sentirte mal porque ciertos pareceres no concuerden con los de una sociedad que esta podrida y muerta?
Todo es posible, cree en ti; si te apetece hacerlo, bien hecho estará.
Tal vez me sientaa mal cuando ocurre a pequeña escala, cuando miro a mi lado y los que antes estaban, ya no tanto. O incluso nada, desvanecidos en el aire y arrastrados por el viento. Cuando miro a mi entorno y tú no estás; cuando ya no aguantas mis pamplinas o ya no te parece tan normal lo que hago como te lo parecía antes, cuando te cansa lo que digo o cuando cualquier plan es malo. ¿Quién lo iba a decir? El mundo al revés, eh. Cuando un todo se reduce notablemente ¿puede seguir siendo un todo? Es posible que tú cada día seas más social y yo cada vez lo sea menos. O es posible que me equivoque y sea que, simplemente ya no sé nada de ti, del tú de ahora, y todo lo que escucho por tu parte se resuma a una mera banalidad. También podría ser que yo siga siendo el tonto de siempre y tú ya no, que ya no nos parezcamos tanto o que nunca lo hayamos hecho.

Aunque siempre desearé que eso nunca pase. Porque aunque cueste, creo que hasta te quiero. No hablo del amor romántico, ese que no existe, hablo del de verdad.

Hablando de amor, siempre he detestado la manía que tiene la gente con diferenciar las cosas. La diversidad es maravillosa. Lo nuevo. Y mezclar; mezclar circunstancias equivocadas todas ellas para crear mundos nunca experimentados, que sólo entiendan quienes los viven, es algo único. Que todo sea una absurda casuidad acertada. Pero que sea secreto, que si nos roban la idea, ya no es lo mismo.

Nunca es tarde si la dicha es buena.

Y ahora, hablando de vivir y de mezclar os dejo una frase que he leído hoy. Tal vez no lo sea, pero yo he visto en ella una metáfora muy a cuento y excesivamente reflexiva para el que consiga verla como la veo yo: "Saquemos los pies del fango sin meter las manos."

No hay comentarios:

Publicar un comentario